¿Recuerdan cuando apenas era un recién nacido y no podías tolerar escucharlo llorar 30 segundos? Lo arropabas cuando tú sentías frío, porque no deseabas que tuviera esa sensación. Aceptémoslo: haríamos cualquier cosa por ahorrarles dolor, frustración y sufrimiento. En base a nuestras propias experiencias tomamos sus decisiones. "Para mi fue muy desagradable que no me enseñarán a nadar y tomar clases más grande, entonces mi hijo debe aprender desde ahorita. Todos mis amiguitos sabían menos yo", o "Siempre quise tomar clases de piano pero mis papas no querían", entonces metemos a nuestro pequeño en una de esas lecciones.

Sonará feo, pero somos quienes somos por los obstáculos que nos presentó la vida. Y para que nuestros hijos crezcan mental, emocional y espiritualmente tendrán que cometer sus propios errores y luchar sus propias batallas. Frustrarse a veces y llorar un montón. Nos asusta, nos pesa; pero mientras seamos el hombro para llorar o los brazos para sostener, será suficiente.

Démosles la confianza de que tomarán las mejores decisiones, aunque a veces no tengan éxito. Enseñemosles que equivocarse es de humanos, pero más aún es continuar.