El embrión espiritual
no olvida que los niños son mente, cuerpo y espíritu

Renilde Montessori Xaltepec twitter
Observa a los niños. No con la mirada de padres, sino con una mirada más curiosa. Te convertirás en un científico al preguntarte cómo es que los niños aprenden a hablar o cómo es que logran adaptarse en un par de años a este confuso y extraño mundo. La doctora María Montessori se planteó estas y muchas más preguntas. La respuesta que encontró cambió la percepción de la educación en la niñez.
Si revisamos la literatura de las antiguas civilizaciones, la griega, la romana, las nórdicas o las asiáticas, todas tienen una descripción de la creación del mundo. Aunque cada una proviene de distintas regiones y épocas, todas coinciden en un vértice. Ese punto es que el hombre está compuesto por la parte física y la parte intangible, llámese alma, llámese guía interior, llámese soplo de vida.
Al observar María Montessori a los niños cayó en la cuenta de que eso que los antiguos no supieron explicar, esa fuerza superior que permite la vida, es la misma fuerza que impulsa a los niños en su desarrollo. Al leerlo parece mística. Pero lo que ella hizo es recordar aquello que los hombres olvidan con facilidad, eso que llaman el milagro de la vida.
Tener en mente que los niños son seres espirituales y que ellos son la máxima expresión del milagro de la vida, la llevó a definir a la etapa de la niñez como el ‘embrión espiritual’. En ese embrión se depositan las enseñanzas que más tarde germinarán en un carácter, en un estilo de vida y en una misión en la tierra.
La filosofía Montessori no olvida que los niños son mente, cuerpo y espíritu. Su objetivo es impulsar el desarrollo holístico de los niños, es decir, integral, que tome en cuenta cada una de esas partes para que la niñez y la adultez sean más conscientes, más plenos y más humanos. Observa a los niños y te sorprenderás.