La verdadera disciplina no es rígida, es la más flexible
los niños que han aprendido a concentrarse desde pequeños, son auto-disciplinados

Mtra. Maricruz Vega Hernández twitter
Asignar calificaciones en el colegio es la tradición educativa. Un número alto significa bueno y uno bajo, lo contrario. Eso bueno o malo intenta comunicarnos las áreas en las que el niño no ha desarrollado sus habilidades y cuáles deberíamos impulsar. Pero ha existido un error en esa interpretación.
Lo que la calificación ha querido representar no es la capacidad, sino la disciplina del niño. Y también hay un concepto distorsionado de la disciplina. No es aquella de la que hablan los soldados en la milicia ni la que se imparte con un golpe después de haber cometido un error.
La disciplina es coordinar recursos y actitudes para obtener un buen resultado. Esto es, realizar una actividad con la mejor actitud, aprovechando los recursos que tenemos como el tiempo, el material y las personas. Todo ello se logra a partir de la concentración, una característica fundamental de la filosofía Montessori.
Un niño disciplinado se concentra en una actividad a la vez y adquiere un aprendizaje profundo. Lo curioso es que los niños que han aprendido a concentrarse desde pequeños, son auto-disciplinados. La mayoría de esos niños son niños Montessori.
Los padres y los guías podemos fomentar esa disciplina impulsando a concluir cada actividad. Es común que los niños se distraigan. Esto se evita si les facilitamos un espacio adecuado al aprendizaje que van a adquirir. Por ahí comienza la disciplina. Si intentamos que se concentre en un parque con otros niños para que aprenda a escribir no sería lo más conveniente. De igual forma, no es posible que aprenda sobre el desarrollo de una planta en una habitación.
Criar en la disciplina a un niño significa hacer un cambio como adultos. La disciplina también es necesaria como padres para concluir cada actividad que comenzamos con nuestros hijos. Además, hacerlo todo con la mejor actitud y con motivación.